En una entrevista
publicada el pasado domingo en La República, le preguntaron al doctor Max
Hernández Camarero si él consideraba que el enfrentamiento entre los
hermanos Fujimori era un pleito de mafias. Hernández recordó que los mafiosos
tienen códigos y saben respetar sus límites. Como lo expresó muy bien un
destacado capo mafioso: “No hagan cosas que den mala fama a la prostitución”.
Aparentemente
el enfrentamiento dinástico entre Keiko y Kenji Fujimori no
conoce estos límites. Ahora se sabe que la grabación de las conversaciones de
Kenji y sus operadores, Bienvenido Ramírez, Bruno Giuffra, Alberto Borea y
Guillermo Bocángel, fue un cuidadoso operativo montado por la dirección del
keikismo. Fue una emboscada cuidadosamente planificada, con el objetivo de
grabar a Kenji y al propio presidente Kuczynski en el acto de comprar el voto
de un parlamentario, para impedir la vacancia en marcha.
Todo fue fríamente planificado. Se
escogió al parlamentario Moisés Mamani evaluando que su condición de
provinciano y serrano crearía la ilusión entre los kenjistas de que sería fácil
manipularlo. Por eso, según Hildebrandt en sus 13, denominaron a la emboscada
“Operación Huachito”. Quienes cayeron redondos fueron los kenjistas.
Basta oír al ministro Bruno Giuffra, en una frase flor de criollada: “Tú sigue
no más compadre ya sabes cómo es la nuez y qué cosas vas a sacar…”.