Señor juez, ¿usted tiene alguna prueba de que el departamento sea mío,
que yo haya vivido ahí, que haya pasado ahí alguna noche, que mi familia se
haya mudado; o tiene algún contrato, una firma mía, un recibo, una
transferencia bancaria, algo?
-No, por eso le preguntó.
Este extracto de la audiencia judicial entre el juez Sergio Moro y Lula Da Silva
revela el carácter deliberado de la sentencia en su contra por supuestamente
recibir un departamento en calidad de soborno de la constructora OAS. Sobre
todo, por ser la postal que más sintetiza el carácter excepcionalista que cobra
la justicia a la hora de prácticamente proscribir al principal líder político
brasileño. Una verdad que cobra mucho más sentido si se tiene en cuenta que una
de las principales pruebas en su contra es la delación premiada del dueño de OAS,
Léo Pinheiro, obtenida a cambio de recuperar su libertad y salvar parte de sus
negocios, como si hubiese pagado una especie de rescate a la mafia que lo tenía
retenido.
Más allá de la condena: la destrucción del país más
grande de América Latina
La guerra jurídica que
inició en Brasil, a partir del proceso judicial denominado Lavadero de Autos,
ha puesto patas para arriba al país que hasta 2014 tenía mayores posibilidades
de