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OtraMirada. La economía peruana tuvo una inflación más baja y creció más rápido
que casi cualquier otro país de América del Sur, desde principios del año 2000
hasta 2013. Este desempeño macroeconómico nunca fue suficiente, sin embargo,
para atraer mano de obra de los países vecinos. Porque aquí los salarios son
bajos, la seguridad social prácticamente no existe, y hay un gran excedente de
mano de obra urbana, definido como la fuerza laboral total menos los que
trabajan en el sector moderno (empresas con 10 y más trabajadores). Este
excedente de mano de obra gira todavía alrededor del 65% de la fuerza laboral
urbana, a pesar de esa década y pico de rápido crecimiento económico. Por eso,
desde hace varias décadas, el Perú es un país de emigrantes, un exportador de
mano de obra en busca de mejores niveles de vida.
La llegada masiva de los inmigrantes
venezolanos, que escapan como pueden de la catástrofe macroeconómica causada
por el gobierno de Maduro, es un evento único en la historia económica reciente
del Perú. La hiperinflación en Venezuela ha reducido enormemente los salarios
reales de los trabajadores y, para colmo de males, viene acompañada de una gran
recesión, una combinación letal similar a la que sufrimos los peruanos a fines
de los 80 durante el primer gobierno de Alan García.