En la literatura rusa,
previa a la Revolución, se consignaba como éxito en la vida el lograr un cargo
de funcionario en la administración zarista, por ejemplo, en Crimen y castigo,
novela de F. Dostoievski, el personaje más poderoso ejercía sus funciones
en las filas del Estado. Con el advenimiento de la Concertación para la
Democracia, en Chile ocurrió algo similar a la de la Rusia zarista: la meta
culmen del novel político era conseguir un puesto en el gobierno que, en esa
época, se cuoteaba entre los partidos del bloque en el poder.
Ser funcionario u operador
político era un signo de poder en el partido. En el caso de los socialistas,
estos cargos se distribuían por fracciones, por ejemplo, al comienzo de la
transición a la democracia, la Megatendencia y luego, la Nueva Izquierda,
presidida por Camilo Escalona; por su parte, los democratacristianos han
conservado, desde 1965, la “vocación de Partido de funcionario”; para qué
detenernos en el PPD y en el Partido Radical.